Es tan pequeño que cuando tiras un escupitajo al
suelo para él es un tsunami aunque su cabeza sea tan grande como una bola de
bolos. Es tan cenceño que llueve y no se moja, si no fuera por su gran cabeza. Sus
brazos y piernas son tan delgadas que parecen unos palillos. Tiene los ojos tan
marrones como el café y tiene las orejas muy salidas de su cabeza.
Es más silencioso
que una sala de espera aunque sus trastadas llegan al límite de la paciencia de
su madre. Tiene menos sentimientos que una piedra, le gusta demasiado su
chupete y el kétchup tanto como la trucha al trucho.
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